12 oct 2010

La guerra por el Norte

‹‹Cuando estaba en casa, Kali escapaba por las noches con Chacal para tenderse en la húmeda hierba de las colinas y contemplar, durante horas, el manto estrellado sobre el mundo. Pensaba que su madre formaba parte de aquel cielo y que esa era la única manera de estar cerca de ella. Sin embargo, aquella noche, Kali se ocultaba en la oscuridad, bajo su capucha, encogida en la cubierta del bote de Olen. Sin ningún cielo estrellado más que los sucios maderos y sus propias botas››.

La guerra por el Norte, pg. 163.

La opera prima de Guillem López es ya una realidad que nos transporta a un mundo en guerra, fragmentado por las luchas internas por el poder y los intereses encontrados entre las hombres de armas, los nobles, y los hombres de fe, representados por los monjes fanáticos del Dios único. En medio de esta balanza, los druidas conforman la tercera facción de esta lucha por la hegemonía, una facción caracterizada por su relativa neutralidad.

De la mano de la editorial Grupo AJEC nos llega esta novela fantástica, una obra ambiciosa que pone la primera piedra de la “Saga Leyenda de una Era”.

La historia comienza con la presentación de dos personajes singulares: Jared, el cabrero, y su misteriosa hija, Kali. A partir de un acontecimiento que cambiará sus vidas, comienzan un largo viaje que nos llevará por tierras desconocidas y en conflicto. De peligro en peligro, irán afianzando los lazos paternales que parecían perdidos para ellos. Y es que uno de los puntos fuertes de esta novela es sobre todo la gran cantidad y variedad de personajes que maneja su autor, que la convierten en una novela río del estilo de la conocida saga “Canción de Hielo y Fuego”.

A continuación destaco algunos de los personajes que más me han cautivado de esta novela, además de Jared y Kali, para dar unas breves pinceladas en torno al papel de cada uno en la acción. Uno de ellos es el taimado consejero Rághalak, un brujo sin escrúpulos con un sirviente decrépito, deforme y tan mezquino como él. Si Rághalak es detestable desde el inicio, sin duda generará simpatía en el lector el joven inquisidor Anair, que se ve sometido a las órdenes de Jakom el Devoto, o sus guerreros Penitentes, el brazo armado y fanático de la fe que recuerda a la Inquisición… junto a otros personajes como Raben el Jansenita, Whetlay del Río o Earric de Bruswic, componen una de esas facciones que generan tensión en la trama con cada uno de sus actos: la Orden de Vanaiar nos producirá simpatías y fobias desde muy pronto en nuestra lectura. Por otro lado el conflicto entre el rey aukano, Khymir, y su hermosa hija Vanya, nos remite de nuevo a la esfera de los conflictos paterno filiales y nos sumerge en los siempre atractivos entresijos casamenteros de los cortesanos en el Medievo.

Este último grupo de personajes representará la vertiente política de la lucha por el poder en La guerra por el Norte, pero sin embargo se nos plantea a su vez una lucha sutil, encubierta por el poder en su significado más místico, más intrínseco; una batalla que se nos antoja desde el primer momento como más primaria, más antigua y seguramente no menos decisiva: los razaelitas, los marcados, son personas con misteriosos poderes que son perseguidos por unos pocos conocedores de las tradiciones, como el mencionado consejero Rághalak. No conocen el origen de su don, que por la ausencia de guía o de conocimientos se suele manifestar en ellos de una manera violenta, brutal incluso, llevando a los protagonistas a situaciones de marginación, huida y depresión, y en el mejor de los casos, a un aprovechamiento pragmático de dicho don que los hará descubrirse y caer víctimas de los que ambicionan ese poder, como sucede con el ingenuo de Eadgard. En este aspecto me recuerda La guerra por el Norte a la conocida (y para mí genial, exceptuando su 2ª temporada) serie de televisión “Héroes”. No puedo dejar de señalar que el ansia por ese poder tiene también su opuesto en la balanza, los druidas como Dagir La que suponen la alternativa pacífica, equilibrada, a los villanos persecutores como Rághalak.

Sin ser esta novela una obra de escenarios grandiosos o detallismos exasperantes, esta narración de ambientación medieval que nos presenta el Grupo AJEC consta de unas descripciones que cumplen con su cometido, y que nos sirven de excusa para zambullirnos en un mundo accionado por tensiones palpables.

Viajaremos hasta un tiempo hormigueante de personajes que no se conforman con el papel que les ha sido adjudicado dentro de una trama compleja, una trama que, ya en la primera parte de esta saga, se nos desvelará como un largo y caudalosos río, cuyas orillas bañan una multitud de tierras diferentes las unas de las otras.

[Reseña publicada originalmente en www.espadaybrujeria.com]

5 oct 2010

Se va el Verano

Hay un pez tatuado en su tobillo
con trazos de agua que remansan
un océano fácil, un cenit en fuga.
Caminante ocioso entre las calas
te ves en tu deambular
sorprendido de blancas embarcaciones.
La respiración, el choque que labra
un haz de líneas tendidas con parsimonia y desnudez,
como si hubiera techo pero más lindo
se viste a veces de algodón, a ratos, indeciso, se desviste
dando desfiladeros a su luz y entonces
tus ojos en extravío lo surcan con rastro de recuerdo,
reflejo de gaviotas interrogantes,
alzamiento torpe y primero de un vuelo.
Llaman a sosiego voces de bañistas,
sorprendidos de blancas embarcaciones.
La brisa sopla del este
como sombra de clarines,
como sombra canturreando más honda que el silencio
y queda en la arena el crepúsculo,
en las olas los colores, bancos de coral
en libertad por las redes que cantan y la leve claridad
menguante,
nacida bajo el mar
que ahora, retorna a su descanso.